
La historia es así. en la primavera del año 1702 un señor feudal Asano dueño de la torre de Ako tenia que recibir a un enviado imperial, para eso tenía que cumplir con todo un complicado ceremonial, para evitar errores previamente se le envió a un maestro de ceremonias de nombre Kira Kotsuké no Suké, este se comportaba en forma insolente, trataba con desprecio al señor Asano, le molestaba tener que estar en un lugar alejado del palacio imperial, resulta que se le fue la mano al maestro de ceremonias pidiéndole que le atara una cinta de su calzado, y ya cansado el señor de la torre sacó su katana o espada y le dio un golpe justo frenándolo al llegar a la frente de este, como resultado le hizo un tajo y el maestro huyó.

Días después el Tribunal militar dictó la inapelable sentencia, condenaban al Señor feudal al sepuku, como es la tradición el Señor Asano de la torre de Ako se abrió lentamente el vientre con su puñal, acto seguido y como manda el riguroso Código Bushido fue casi decapitado por el su fiel consejero y padrino Kuranosuké.
La torre fue confiscada y dada al maestro de ceremonia, la tropa licenciada y la familia del señor feudal expulsada y condenada a la ruina.
Esa misma noche del suicido del seppuku o harakiri, se reunieron en un claro del bosque 47 samurais del señor caído en desgracia, y ahí planearon meticulosamente la venganza, eran liderados por su lider Kuranosuké, a partir de ese momento al quedar sin amo los samurais se convirtieron en "Ronin" es decir guerreros sin amos.
Kuranosuké como se sabia vigilado se mudó a la ciudad, comenzó a ir de "tapas y de putas" ya que frecuentaba prostíbulos y peor aún con poetas e instaladores de membranas para techos y vendedores de autos usados, solía embriagarse, abandonó a su mujer y sus hijos, se fue a vivir con una señorita muy "voluntariosa", el resto de los guerreros se dedicaron al comercio o se convirtieron en monjes.
Esto hizo que los numerosos espías le informaran al maestro de ceremonias como Kuranosuké había caído en el vicio, una vez lo expulsaron de una casa de geishas y calló borracho y donde cayó se durmió sobre su propio vómito, un hombre que paso por ahí lo vio lo reconoció y escupió sobre su rostro lamentándose sobre lo bajo que había llegado, al enterarse de estas nuevas noticias el incivil maestro de ceremonias licenció a parte de sus soldados pensando que el peligro se había esfumado.
Pasó un año y se volvieron a reunir los 47 guerreros juramentados en el lugar y la hora acordados (esta es la parte que mas me emociona ya que cada vez que me cito con mas de cuatro personas nunca nos podemos poner de acuerdo y siempre alguien llega tarde), iban con las antiguas banderas de su antiguo señor feudal, y atacaron esa noche la torre capitaneados por su líder Kuranosuké, se dividieron en dos columnas una al mando de éste y la otra al mando de su hijo, antes del ataque avisaron a los lugareños que lo que acometerían no era un acto de venganza sino de estricta justicia.
El combate duró toda la noche, los defensores lucharon hasta el último hombre, no pidieron ni dieron cuartel, 9 de los samurais murieron en la batalla, uno era el hijo de Kuranusuké, pero finalmente tomaron la torre, buscaron al maestro de ceremonias pero no lo encontraban, finalmente lo descubrieron escondido en un patio oculto, dicen que les llevó todo el final de la noche rogándole que se suicidara, pero este era un cobarde, finalmente le tuvieron que dar muerte.
Una vez vengado a su antiguo señor emprendieron el viaje hacia el templo donde se encontraban las cenizas de este, llevaban como trofeo la cabeza del maestro de ceremonias, el viaje les llevó días, cada vez que cruzaban un pueblo la multitud los esperaba y los reverenciaban, algunos señores les ofrecían asilo, pero estos siguieron su marcha, conocían el final que les esperaba a estos guerreros, finalmente llegan a la tumba y ofrendan la cabeza del maestro de ceremonias.
El tribunal dicta su fallo, los guerreros deben cometer sepuku, todos lo hacen con solemnidad y sus restos descansan hasta la actualidad junto a su antiguo señor.
Cuenta la historia que arrepentido aquel hombre que una vez escupió al líder de los Ronin el señor Kuranosuké, fue ante la tumba de este y le pidió perdón por no haberse dado cuenta que todo eso había sido parte del plan para vengar a su señor, le hizo una reverencia y se suicidó con el ritual del sepuku.
Los monjes del templo se apiadaron de este hombre y lo enterraron junto a los cuarenta y siete leales guerreros juramentados.
Hoy en día se pueden visitar las tumbas de Asano y de los 47 Ronin en el templo Sengakuji, en Tokio, donde los japoneses siguen venerando su memoria, poniéndoles incienso a la usanza shintoista y celebrando un festival en el aniversario de su muerte.
Uno de los temas que obsesionaban a Borges además del tiempo, la muerte, los laberintos era la venganza.
Yo no se si es bueno o malo o si realmente se le podría llamar venganza, pero será quizás porque vivo como abogado y por lo tanto tengo el sentido de la justicia tan arraigado que si alguien hace algo que no corresponde debe irremediablemente pagarlo, e intento también por mis propios medios de ayudar a equilibrar el universo, por eso si alguien comete un acto reprobable conmigo puede que pase mucho tiempo pero siempre en algún momento intento volver las cosas a su justo equilibrio.
(Dedicado a Fauntella de SI TE ANIMAS YO ME ATREVO Dale nena, mové los cantos!!)
(Este blog agradece a Malena cuya colaboración ya se ha hecho imprescindible en este blog)